
Quienes trabajan yendo al encuentro de los consumidores lastimados, recorriendo calles y esquinas para abrazar "la vida como viene", poniendo el cuerpo y animando a que “se descubran familia” en nuestros espacios eclesiales, comprueban a lo largo y ancho de nuestra Patria la tragedia cotidiana que avanza en espiral: la droga mata.
Se propone un camino de fe, vivida en comunidad, un camino en el que la salvación y la liberación de la esclavitud de las drogas no es de a uno porque nadie se salva solo.
Desde hace muchos años somos conscientes como Comisión de la necesidad de asumir los compromisos que conlleva enfrentar los desafíos que presenta el consumo de drogas. Por eso insistimos en:
* desnaturalizar el consumo, porque la droga mata siempre;
* combatir la apatía, la insensibilidad y la indiferencia, porque la droga es un problema de todos;
* gritar y clamar con vehemencia y desesperación “¡Ni un pibe menos por la droga!” porque la droga mata en el centro de nuestras ciudades, pero sobre todo en la periferia de nuestros barrios donde nuestros pibes y pibas pobres están en riesgo permanente;
* decir NO a la despenalización de la droga porque la realidad misma nos confirma que la droga mata siempre, particularmente a los más vulnerables.
Nuestra denuncia profética frente a lo que la droga genera en nuestros adictos desde el accionar de los mercaderes de la muerte en nuestros barrios